«Me dijeron de iniciar la gira de conciertos en Salamanca porque había buenas condiciones, podíamos ensayar dos días antes y porque recordaba conciertos muy compartidos y gozosos. Lo que no me gustó tanto al principio fue la fecha del 20N. Hacer una gira con un disco nuevo es lo que más me apetece. Es un lujo cantar siete canciones que la gente no se sepa y que te dejen cantar en paz. Vamos a ofrecer siete canciones nuevecitas, que es la primera vez que se cantan. A veces el público es conservador y sólo quiere escuchar lo que se sabe, que también lo habrá, pero primero se tendrá que tragar otras canciones.
Vinagre y rosas es un disco tristón y literariamente muy denso pero por la noche soy un frivolón callejero y por eso me gustaban los perecitas, por su actitud chulesca, de barrio, que tienen. La colaboración no fue un matrimonio pero sí fue un polvo feliz.
Estoy aterrorizado, no estoy en capilla, estoy en el corredor de la muerte. Es un sentimiento bueno porque provoca adrenalina, miedo. Sí sales al escenario como un oficinista, no funciona. Cuando sale el toro, te olvidas del miedo y empiezas a disfrutar. Los músicos de la gira son los mismos que llevan 20 años conmigo. Hay una chica nueva, Mara, porque Olga Román se ha dedicado al dulce oficio de la maternidad.
Da presión que las entradas se agoten tan rápido pero también emociona saber que hay gente que sigue compartiendo lazos de complicidad. Ahora me apetece hacer teatritos, tener a la gente más cerca. Los grandes conciertos ya no son de música, de palabra, sino de misa pagana compartida y uno a los 60 años, le empiezan a apetecer cosas más intimas, que los matices se escuchen. Creo que es hora.
El disco tiene por lo menos 10 canciones desconsoladas y tristes pero cursis creo que no hay ninguna. La cursilería, a determinadas artes le sienta muy mal, pero a una canción, una cursilada o una melancolía tristona le viene bien»
Joaquín Sabina
Continuar leyendo «Joaquín Sabina: «Vamos a ofrecer siete canciones nuevas en los conciertos»»