
«Yo prolongué mi juventud hasta los 50. No recuerdo haber pensado entonces que el tiempo pasaba o que no tenía ganas de algo. Y al llegar al medio siglo noté un cambio brusco y tardío en mi vida. Además, coincidió con el ictus que sufrí y con aquello que dijo Groucho Marx: ¡Cambio de pareja!. Eso me salvó. Apareció Jimena, y mis amigos los poetas líricos, Ángel González, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, el editor Chus Visor, la escritora Almudena Grandes… y el publicar el libro de sonetos… Y poner en cuarentena ciertas amistades… Todo eso ha sido mi salvadidas de los últimos 10 años. Antes todo era caos. Yo he sido muy disparatado, incapaz de tener costumbres o desarrollar hábitos. Ahora es la primera vez en mi vida que asumo una cierta rutina. Hasta entonces habitaba un delirio. Nunca sabía dónde iba a dormir, ni con quién, ni cuándo, ni tenía planes más allá del día siguiente. Pero aun así he trabajado mucho, he compuesto 400 canciones. Me sorprende tener tanta obra a mis espaldas viendo el caos absoluto en que me movía.
¿Depresión? Estuve dentro de un pozo muy feo durante algún tiempo, sí. Luego salí, pero sospecho que no de un modo definitivo. Se me quedó agarrá dentro. Queda el miedo a que despierte de nuevo. Fue muy jodido. Después de la nube negra vino una estabilidad que se traduce hoy en una tranquilidad doméstica que está muy bien para vivirla y disfrutarla, pero que no sirve de caldo de cultivo de canciones. Un horror, en ese sentido. Y entre mi tierra baldía y el mal de bellas faldas de Benjamín Prado probamos la pirueta de escribir a cuatro manos. Yo estaba en el dique seco, pero necesitaba escribir canciones. Mi amigo, a su vez, debía huir un rato. Así que tras una noche de copas le propuse que nos fuésemos a Praga, donde no me conoce nadie. Nos encerramos en un hotel sin mucha confianza en que aquello funcionase, pero ahí está. Pusimos en orden 11 de los nuevos temas…
Creo que corremos un serio peligro, porque el descrédito de la política, cuando es tan brutal como ahora, abre puertas al fascismo, a los salvapatrias populistas. Mira Italia, con su historia, sus pintores, sus poetas, sus músicos y degenerada hasta quedar en manos de un tendero de ultramarinos de la peor calaña, ese pedazo de hortera que es Berlusconi. Ojalá que aquí no suceda algo parecido, pero existe la amenaza. Estamos rodeados de miserables, de inmorales, de codiciosos, de estafadores. Va a tener razón César Vallejo cuando decía lo de español de puro bestia.
Soy consciente de que muchos ven de mí la caricatura. Pero es que con gente delante no me gusta llorar. Prefiero reírme en conversaciones muy locas. Y si son literarias, mejor. Aunque a la vez estoy muy bien solo. Tengo una seria tendencia a la melancolía. Puedo pasar meses sin ver a nadie. Y me tomo en serio el proverbio chino que recomienda no contarle los males a los amigos, que les divierta su puta madre.
El de los libros es un vicio más noble que otros que he tenido. Con la poesía he ido siempre a compás. Pero no sólo me gustan los grandes poetas, también los románticos y posrrománticos malos como Villaespesa y Campoamor. Y sobre todos ellos, Espronceda. No me quedo en la primera división, disfruto mucho con los alcorcones de la literatura. Siempre tienen un verso genial con el que te tumban. Además, he comprobado que los poetas más exquisitos, cuando se beben tres copas, cantan y lloran por los boleros más enfangaos. ¡Y querrían haberlos escrito! Porque las canciones tienen algo bello que no pueden permitirse los poemas: cierta cursilería, un no sé qué hortera. Sólo así son hermosas de verdad.
Me gusta la inmigración. Me gustan todos los acentos del idioma. Vivo justo en el límite entre el Madrid del magreb, el subsahariano y el de Quito. Es un gran laboratorio cultural. En Lavapiés está pasando algo, aunque los ediles no se enteren. De esta esquinita de Tirso de Molina no me muevo. Y si lo hago algún día será camino del mar.
¿Qué veo si me miro en el espejo? Un señor muy decadente. Lo que hay. No me gusta mirar atrás. Estoy a favor de la memoria y en contra de la nostalgia«
No te pierdas el reportaje completo en el diario El Mundo.